
Ha saltado desde sí,
hacia la otra que no espera
la llave inalcanzable.
Ha desnudado a la inocencia
de su inútil embozo.
Ha sucumbido en el arte
de desligarse de la otredad
que la pierde.
Ha desmantelado su bosque
para ser el árbol atemporal
que se entrega al desafío de translucirse,
como un vástago paisaje sin memoria.