
Desarmar la palabra,
el enigma inmóvil
que se rebela ante lo infinito.
Desnudar los días,
para exorcisar a los ojos del pasado.
Huyo de la arquitecta del reiterado sueño,
con su ánfora desierta.
Entregada a la geometría que me bebe,
navego el templo de los símbolos
y en sus vastas cenizas, me reinvento.