Habitar el sueño,
vaciarse del tiempo,
de la des ilusión,
cerrar los ojos para verse.
...que un milagro infinito
congele el cofre de mis palabras
para ser la anfitriona de mi silencio.
Desarmar la palabra,
el enigma inmóvil
que se rebela ante lo infinito.
Desnudar los días,
para exorcisar a los ojos del pasado.
Huyo de la arquitecta del reiterado sueño,
con su ánfora desierta.
Entregada a la geometría que me bebe,
navego el templo de los símbolos
y en sus vastas cenizas, me reinvento.
Desorbitados,
los paisajes a media voz,
trazan un refugio.
Mis pies dibujan lo que es propio,
como un sonido que golpea
la oquedad de las horas.
¿Por qué la mente tiene el semblante
del tiempo,
en la sala de la espera?
Me desnudo de la sed
y ensueño el quiebre,
la cura,
el rostro de la magia
que me consagra
unánime del viento.